Se ha construido una imagen en el imaginario popular, y en el turístico, que poco o nada tiene que ver con el sitio arqueológico. En ese momento me di cuenta de que había mucho trabajo que hacer; pero, ¿por dónde empezar?
Muyu quiere decir círculo o ciclo en quechua y nos da una idea de lo que podemos explicar sobre Moray. El sitio arqueológico se compone de cuatro muyus que conforman las colinas invertidas del lugar. Aunque se han ofrecido múltiples y muy excéntricas explicaciones, se ha comprobado que éste fue un lugar destinado a la agricultura, pero ¿cómo funcionaba y para qué se construyó?
En Mater Iniciativa estamos tratando de resolver estas cuestiones para desmitificar un lugar tan extraordinario como desconocido mientras tratamos de ligar el presente y el pasado.
Moray es una tecnología para la que no tenemos un manual de instrucciones y la cual no es fácil de estudiar, es importante mencionar la escasez de investigaciones arqueológicas realizadas. Con una clara dirección hacia la exhibición, no se ha realizado un intento efectivo de entender el contexto que se vivió en este lugar. John Earls, uno de los investigadores de Moray más reconocidos, pide que se realicen rigurosos análisis en el futuro para lograr una comprensión más completa del lugar.
Lo que sí sabemos es que los muyus de Moray son unas formaciones que, de forma natural, presentan variaciones microclimáticas con sus grandes implicaciones. A grandes rasgos, cada cuatro niveles encontramos una variación de hasta un mes y medio en el ciclo de crecimiento de las plantas. Poseer tal control sobre la previsión de crecimiento de cultivos era algo esencial en un entorno como son los Andes. Poseer este conocimiento fue algo muy valorado por las élites sociales inkas, que lo veían como una forma esencial de mantener su status.
Existen dos grandes interpretaciones de Moray y son las que han sido más ampliamente reconocidas. No obstante, desde nuestra perspectiva es necesario combinarlas para entender dinámicas sociales y de uso.
De K. Wright destaca su gran contribución técnica para el entendimiento del sistema hidráulico. Según su perspectiva, Moray fue un complejo arquitectónico ritual. J. Earls, en cambio, realiza un estudio en el que se integran diversos puntos de vista que ayudan a entender Moray como un sistema holístico: siguiendo su premisa, es posible experimentar con variaciones, de temperatura, humedad y suelo.
Para aproximarnos a comprender Moray es necesario entender cómo el tiempo ha actuado aquí. La investigación de Wright se lleva a cabo después de la restauración de Moray, por lo que sus análisis se encuentran forzosamente adulterados. La investigación del profesor J. Earls es anterior a la restauración y sí tiene en cuenta el tiempo como variable que actúa y transforma el entorno.
La propuesta que apoyamos para Moray es la coexistencia entre la producción económica agrícola del lugar y la ritualidad. A continuación describimos cómo.
Según las investigaciones, el nivel productivo no sería muy elevado, por lo que el modo más efectivo de aprovechar Moray es destinarlo al cultivo de semillas. Las semillas se clasificarían según sus condiciones de crecimiento, y serían trasladadas a distintos puntos del territorio. Este traslado sería realizado dentro de un contexto religioso-económico que cristalizó en la peregrinación.
Una carta sacerdotal dirigiría las experimentaciones y la comunicación de los resultados a los funcionarios del imperio Inka a modo de gestionar y mantener la producción a través de las políticas agrícolas y, por lo tanto, el sustento de la población. Cuando el trabajo arqueológico estuvo hecho, faltaba adaptarlo al mundo gastronómico.
Esto es, comunicar de un modo muy distinto y conceptualizar los aprendizajes clave en algo que formase parte de la experiencia de las personas que nos visitan todos los días.
Como sabemos, Mil Centro se encuentra colindando con los límites de Moray y gran parte de su concepto está asociado a este sitio arqueológico. Por ello tratamos de encontrar formas de trazar una línea conceptual de conexión entre ambos entornos. Una forma de hacerlo es a través de aprender de la tecnología, del pasado y del futuro, para plantear respuestas a los problemas que ya son realidades del presente. Queremos aprender a utilizar Moray para afrontar algunos de los problemas agrícolas de Perú puede ser un punto de partida genuino del que desarrollar ideas, proyectos y, finalmente, soluciones.
Definitivamente una investigación rigurosa de Moray es necesaria para un mejor entendimiento del sitio, pues entender contextos específicos del pasado nos permite recuperar técnicas y modelos de producción, elaboración y consumo que pueden ser aplicadas al presente. De este modo, lanzando una mirada a nuestros orígenes, podemos desarrollar respuestas a problemas actuales y futuros.