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Nota 2: Snacks Inca «de paso»

Hace poco, un oficinista se dirige a su trabajo, se arma un sanguche o prepara su fiambrera antes de salir de casa. Los productos y los materiales han cambiado, pues han pasado 500 años entre historias, pero el objetivo es el mismo: seguimos necesitando comidas ‘de paso’, alimentos transportables y rápidos de consumir para seguir activos, para seguir trabajando.A día de hoy la comida ‘de paso’ la encontramos bajo la forma del ‘fast food’. Se trata de una respuesta al acceso fácil y rápido de alimento, con una finalidad más centrada en saciar el apetito que en nutrir al individuo. En este artículo tratamos de rastrear este concepto a lo largo del tiempo.

El traslado de poblaciones, tanto por búsqueda de recursos, trashumancia o por causas forzadas, conlleva una reflexión necesaria: ¿cómo vamos a alimentarnos lejos del núcleo familiar?
Las soluciones a este problema han sido bien diversas en cada zona del mundo y la arqueología puede arrojar luz sobre algunas de ellas.

En Grecia, por ejemplo, se encontraron evidencias de consumo semejantes a lo que hoy en día conocemos como dakos, un plato con cronologías de la Edad del Bronce (3300 cal. aC) y que todavía hoy se consume en zonas rurales. Las conclusiones destacan que este típico plato griego sirvió a estas sociedades por ser a la vez nutritivo y fácil de transportar y nos ejemplifica perfectamente el modo de vida de las sociedades campesinas de la Grecia calcolítica a través de sus hábitos de consumo.

Si en Europa la solución fue desarrollar técnicas que permitiesen transportar los alimentos que consideraban más nutritivos; en Perú se desarrolló más el lugar de consumo de los mismos.

La solución adoptada por los incas consistió en la localización, a lo largo del camino, de depósitos de comida, llamados qolqas, que servían para abastecer a los grupos movilizados de personas, que programarían su itinerario en función de su localización. Estas qolqas se llenarían con maíz, frijoles, chuño, camote, xicama, quinoa, coca, carne y pescado seco.


Esta solución tiene sentido en el contexto de la sociedad inca, donde el movimiento de grupos de personas era sistemático. Lo que generaba una demanda logística de alimentos nada fácil de resolver.

Un ejemplo fueron los mitimaes, grupos más o menos numerosos de familias reubicados desde sus lugares de origen a otras regiones para cumplir tareas específicas como parte de la expansión del imperio. En una situación semejante se encontraba el cuerpo militar inca, destinado a movilizarse en las diversas incursiones y conquistas a lo largo del territorio.


Se necesitaba una solución para la alimentación durante las largas travesías de una gran cantidad de población ocupando este tipo de castas sociales.


Si nos planteamos qué comían estos grupos cuando se encontraban en plena travesía, es probable que el camino estuviera lleno de víveres constituidos por frutos y plantas silvestres y, como complemento a ello, habas y maíz tostado, camote y papa sancochados entre otros alimentos fácilmente transportables y comestibles. Constituirían un aporte seguro de nutrientes a partir de una cocción previa a su consumo. Es destacable el protagonismo de la chicha también en estas actividades, que podría ser transportada en pequeñas vasijas y se consumiría en los distintos altos en el camino.

Sea cual sea el lugar del mundo, lo cierto es que la respuesta a la necesidad de producción de alimentos listos para consumir cristalizó en la aparición de alimentos procesados, fermentos, curados, secados, ahumados o encurtidos entre otros. De este modo, se generaron una serie de nuevos productos que han llegado hasta hoy en día en forma de infinitos tipos de queso, embutidos, panes, etc.


En otras palabras, nuestra necesidad de movimiento y producción dejó impresas en nuestra cultura las huellas de lo que hoy llamamos ‘fast food’. Este concepto, al igual que el dakos, habla de nuestros hábitos de vida y consumo, por lo que forma tanta parte de nuestra cultura gastronómica como lo hacen el chuño o la huatia.

Marc Cárdenas
Autor del equipo Mater

Arqueólogo y Gastrónomo Marc Cárdenas nació en Barcelona. Es arqueólogo y gastrónomo con un enfoque centrado en el estudio de la comida como elemento estructurador de eventos sociales y culturales. Ha trabajado en proyectos de investigación con la Universidad de Oxford, la Universidad de Cambridge y el Centro de investigación CSIC-IMF. Estudió Cocina en el Basque Culinary Center, donde trabajó en el Restaurant Compartir y en Hispania Brussels. Sus intereses están ligados a transmitir, desde una didáctica alternativa, la importancia de la comida y su entorno. Con Mater Iniciativa llevó a cabo una revisión bibliográfica sobre Moray desde el punto de vista arqueológico.

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