Nota 1: Una bebida política
Algo que llamó mucho mi atención, es que cada persona que participa lleva a cabo un rol distinto. Primero, están quienes trabajan incansablemente, segundo, les siguen quienes ayudan, aunque su ritmo no se acerca al de los primeros. El rol más importante para mí es el tercero, el del animador, esa persona que convierte un trabajo frío y exhaustivo en una actividad social llena de jolgorio y diversión sirviéndose de un elemento ancestral y de vital importancia en el desarrollo sociopolítico de las sociedades andinas: la chicha.
Del mismo modo que lo fue el vino para los Romanos – sea normal, de jora, de molle o de frutas – la chicha ha sido elevada a la categoría de ‘bebida política’ por su gran importancia en la administración de los centros de población andinos desde hace más de 1500 años.

Después de la cena bebemos chicha, una cerveza plana hecha de maíz fermentado tradicional en los Andes. Como un conocido ritual de agradecimiento a la Pachamama y a los espíritus, derraman parte de la chicha en el suelo, a veces mirando y agradeciendo a determinados Apus a su alrededor. Aunque no soy religioso, sigo su ejemplo. Siento que quiero actuar de manera que mis anfitriones se sientan como uno de ellos. Aunque sé que esto no es posible, no puedo evitar realizar lo mejor posible todas las acciones manifiestas relacionadas con el ritual tal y como las he entendido.
Aunque poco evidente, el importante rol que ocupa la chicha de forma tradicional puede rastrearse hasta tiempos del Imperio Wari (600-1000 dC), donde se han encontrado tanto edificaciones especializadas para su elaboración, donde destaca la de Cerro Baúl, como vasijas asociadas a su consumo ritual.
Esta cultura habría utilizado la chicha en entornos políticos para concebir acuerdos y alianzas. Algunos de ellos durante festivales de las élites. El consumo incluía el uso de ciertas vasijas cerámicas cuyos diseños evocaban entidades sobrenaturales. Estas vasijas se conocen como qirus y fueron los pilares sobre los que se materializó la ideología Wari.
Las decoraciones de los qirus eran de gran importancia, pues los expertos ceramistas de los centros Wari elaboraban un juego de qirus especial para cada evento o para cada acuerdo político de importancia, con una decoración particular donde figuraba una evocación simbólica del acto que fuese a llevarse a cabo. Estas tradiciones quedaron arraigadas también en las relaciones imperiales con los entornos locales que administraban.

La costumbre Wari de beber para negociar, acordar y celebrar cuestiones políticas y sociales involucra la participación de, al menos, dos individuos; un hecho que se reflejará más tarde, en la emergente cultura Inka (1000-1535 dC), donde los vestigios arqueológicos muestran un gran número de parejas de qirus con el mismo tamaño, forma y decoración.El fenómeno de los juegos de qirus se ha interpretado como una simbología relacionada con una tradición Inka, o Wari, para quienes la chicha debía compartirse, ya fuera con humanos, con antepasados, con apus o con otros dioses; pero que, así como sucede hoy en día, la chicha nunca la bebe una sola persona. Como en mi experiencia en la chacra de Marisa Quillahuaman.

El entorno cultural difería completamente de la forma en que solemos compartir nuestras comidas, lo que influyó en nuestro comportamiento, en nuestra forma de actuar. Yo adapté mi actuación al entorno cultural de Kacllaraccay, mientras que ellos se adaptaron al entorno de un restaurante de alto nivel. Es interesante cómo dos espacios relativamente cercanos pueden provocar actuaciones completamente diferentes.
La chicha es una bebida vehicular, indudablemente esencial históricamente en la complejidad de sociedades andinas.
La práctica de tradiciones como ésta permite a un extraño como yo estrechar vínculos con personas de una comunidad andino e incluso sentirse parte, por ese momento. Y como arqueólogo, ofrece la posibilidad de evidenciar que arqueología y gastronomía no están lejos sino muy cerca.
