Salir a escarbar papas en los Andes es un duro trabajo al que a uno podría no apetecerle acudir. Duele la espalda hasta acostumbrarte a la posición, corre mucho viento y hace frío, que por ratos se hace menos incómodo cuando el trabajo ayuda a entrar en calor, y, durante gran parte de la labor, uno se siente muy poco eficaz.
En mi caso, la instrucción que recibí antes de iniciar sonaba sencilla: ‘Tienes que recoger las grandes primero, sólo las grandes’. Bien, pero a partir de qué tamaño se consideran ‘grandes’? Cuál sería el tamaño adecuado y cuál no. Luego, qué papas vienen con gusanos y cuáles están sanas. Aprender a seleccionarlas bajo estos criterios toma un tiempo.